flamear la boca laboratorio

¿Qué significa “flamear la boca” en un laboratorio?

En Nilsson Laboratorios, cada paso en el proceso de análisis de agua está pensado para asegurar resultados precisos, fiables y libres de contaminación. Entre las prácticas esenciales que aplicamos a diario se encuentra una técnica sencilla pero crítica: “flamear la boca”.

Aunque para quienes trabajan en el laboratorio sea un gesto automático, para alguien ajeno al entorno puede resultar curioso. Veamos en qué consiste, por qué lo hacemos y qué papel desempeña en la garantía de calidad de nuestros análisis.

¿En qué consiste flamear la boca?

“Flamear la boca” significa pasar rápidamente la abertura de un recipiente —como un tubo de ensayo, matraz o frasco— por la llama de un mechero (generalmente tipo Bunsen) antes y, en algunos casos, después de manipular su contenido.

La finalidad es eliminar o reducir la presencia de microorganismos y partículas que pudieran estar presentes en el borde del recipiente y que, en contacto con la muestra, podrían alterar los resultados. Este paso también ayuda a crear un ligero flujo de aire caliente que dificulta la entrada de contaminantes mientras el recipiente está abierto.

¿Por qué es importante esta técnica en análisis de agua?

En los análisis microbiológicos del agua, la esterilidad es clave. Incluso una mínima contaminación cruzada puede dar lugar a falsos positivos o falsos negativos, comprometiendo no solo la calidad de los datos, sino también la toma de decisiones que dependen de ellos.

En Nilsson Laboratorios realizamos pruebas como detección de E. coli, Pseudomonas, Legionella, y otros microorganismos. Si un envase no se flamea correctamente, existe el riesgo de que bacterias ambientales se introduzcan en la muestra y modifiquen su composición real. Esto podría derivar en:

  • Alarmas innecesarias, si aparecen microorganismos que no estaban originalmente en la muestra.
  • Subestimación de riesgos, si la contaminación externa interfiere con la detección de patógenos reales.
  • Retrasos y costes adicionales, al tener que repetir ensayos o investigaciones.

Procedimiento básico para flamear correctamente la boca

En un entorno profesional, el flameado se realiza siguiendo protocolos estandarizados de bioseguridad:

  1. Encender el mechero Bunsen y ajustar la llama para que sea azul (combustión completa).
  2. Sujetar el recipiente por la parte inferior o con pinzas adecuadas, evitando acercar las manos a la llama.
  3. Pasar rápidamente la boca del recipiente a través de la llama, de forma uniforme y sin sobrecalentar el vidrio.
  4. Proceder a la manipulación de la muestra, manteniendo el tiempo de exposición al ambiente lo más corto posible.
  5. Volver a flamear antes de cerrar, si el procedimiento así lo requiere.

Este proceso debe ser breve: demasiado tiempo en la llama puede dañar el material, mientras que hacerlo de forma insuficiente podría no eliminar contaminantes.

Relación con la bioseguridad y las normas de calidad

El flameado de la boca de recipientes forma parte de las buenas prácticas de laboratorio y está contemplado en estándares internacionales como la ISO 17025 para laboratorios de ensayo y calibración. En Nilsson Laboratorios, esta técnica se aplica junto a otras medidas de esterilización —autoclave, cabinas de flujo laminar, material estéril de un solo uso— para garantizar el cumplimiento de los requisitos de acreditación ENAC y la normativa vigente en el control de la calidad del agua, incluyendo el RD 487/2022 para la prevención y control de Legionella.

Un gesto pequeño con un impacto enorme

Flamear la boca puede parecer un detalle menor, pero en la práctica es un eslabón fundamental en la cadena de calidad del análisis microbiológico. Gracias a este y otros procedimientos, en Nilsson Laboratorios conseguimos:

  • Mayor fiabilidad en los resultados.
  • Reducción de riesgos de contaminación cruzada.
  • Cumplimiento estricto de normativas y estándares de calidad.

En el laboratorio, la precisión está hecha de pequeños hábitos. Y flamear la boca, aunque sencillo, es uno de esos hábitos que marcan la diferencia entre un resultado confiable y uno dudoso.

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